La Fiesta de Sant Jordi en Barcelona

Sant Jordi

El 24 de abril Barcelona amanece un poco diferente. El bullicio de Sant Jordi se ha quedado atrás. Las rosas y los libros en casa, los stands de las diferentes editoriales desmontándose, senyeras en los balcones y un reguero de pétalos inundando las calles. Es el día después de la Diada, San Jorge, el patrón de Cataluña.

Pétalos rojos, rosas y azules que el viento esparce por las esquinas de las calles del centro. ¿Alguna vez habéis estado en la Ciudad Condal durante estos días? El Día Internacional del Libro en esta ciudad es diferente al resto. Desde bien temprano hay que estar dispuestos a cumplir con la tradición popular.

La noche anterior ya se llenan los bares de copas en Barcelona, preludio de la fiesta que espera. Cultura y romanticismo se dan la mano: los hombres reciben un libro, y las mujeres una rosa. Librerías y floristerías hacen su agosto particular, y rara es la hora del día en la que no se ve a alguien con un ramo por la calle.

Sant Jordi es patrón de Cataluña desde el siglo XV. También es el patrón de los enamorados, desde aquella costumbre medieval de visitar la capilla de Sant Jordi del Palacio de la Generalitat, en donde se solía realizar una feria de rosas o de los enamorados.

Precisamente el Palacio de la Generalitat abre sus puertas cada 23 de abril, con una misa oficial en la capilla y la bendición de las rosas en el patio gótico del edificio. La rosa la podéis comprar en los puestos que con carácter benéfico se instalan tanto en el interior como en los alrededores.

En algunas plazas del centro se instalan escenarios, las tiendas sacan a la calle sus puestos para vender rosas y libros. Pero los grandes epicentros del gentío son Paseo de Gracia y Rambla de Cataluña, rincones en los que desde bien temprano ya hay miles de personas buscando su libro y algún autor para que se lo firme.

Barcelona es especial cuando llega Sant Jordi. No es una fiesta cualquiera, no es un día más en el calendario. Ni tan siquiera el día después, cuando los ecos del bullicio han desaparecido y solo queda el recuerdo en forma de pétalos en las calles. A esa hora es cuando se devoran los libros al abrigo del aroma de una rosa.

Foto Vía Efetur

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