La Alberca, el tiempo detenido en Salamanca

La Alberca

Nos queremos hoy acercar hasta el pueblo salmantino de La Alberca, quizás uno de los más bonitos que nos hemos encontrado en nuestras excursiones por España. No en vano fue el primer pueblo de España declarado Monumento Histórico Nacional.

Sus iglesias de Santa María la Mayor, San Juan Bautista y el Salvador, todas ellas del siglo XIII, evidencian el porqué de ser un lugar tan rico en arquitectura e historia. Aún así, los templos que vemos hoy en día son el resultado de algunas modificaciones que se realizaron durante el siglo XVI.

El mayor de los atractivos de este pueblo es pasear por sus calles, con sus pintorescas casas con balcones de entramados de madera. Apenas han cambiado en cientos de años. Muchas veces tuve la sensación de encontrarme en un lugar donde el tiempo se ha detenido. Sólo nos despertaba de nuestro ensimismamiento el ruido del motor de algún coche en los alrededores.

Alrededores de la Plaza Mayor de Salamanca

Plaza Mayor de Salamanca

Nos situamos hoy en el corazón mismo de la ciudad de Salamanca. La Plaza Mayor siempre está repleta de gente, podríamos decir que a cualquier hora del día. Gente paseando, tomando algo en sus terrazas, o simplemente como punto de encuentro o de inicio a una visita a la ciudad.

Fue construida en el siglo XVIII por Alberto Churriguera, y está considerada como una de las plazas más bellas de España. Esto, aunque a simple vista puede resultar sencillo, no es tarea fácil, ya que cada ciudad o pueblo tiene joyas de gran valor. Esta plaza ha sido testigo de casi toda la historia de la ciudad. En su momento llegó a ser lugar de ejecucuciones de la Inquisición española, plaza de toros, y hoy está casi cerrada por la gran cantidad de cafés que la rodean, además de por la maravillosa fachada barroca del edificio del Ayuntamiento.

Entre un montón de casas veréis también la Iglesia de San Martín, una pequeña iglesia del siglo XII, que ofrece las peculiaridades de la arquitectura primitiva cristiana de la época románica. Entrar por sus puertas (imaginad cuánta gente habrá podido atravesarlas en estos nueve siglos) y contemplar la maravillosa mezcla de románico y gótico que cuelga de sus muros.