Nos queremos hoy acercar hasta el pueblo salmantino de La Alberca, quizás uno de los más bonitos que nos hemos encontrado en nuestras excursiones por España. No en vano fue el primer pueblo de España declarado Monumento Histórico Nacional.
Sus iglesias de Santa María la Mayor, San Juan Bautista y el Salvador, todas ellas del siglo XIII, evidencian el porqué de ser un lugar tan rico en arquitectura e historia. Aún así, los templos que vemos hoy en día son el resultado de algunas modificaciones que se realizaron durante el siglo XVI.
El mayor de los atractivos de este pueblo es pasear por sus calles, con sus pintorescas casas con balcones de entramados de madera. Apenas han cambiado en cientos de años. Muchas veces tuve la sensación de encontrarme en un lugar donde el tiempo se ha detenido. Sólo nos despertaba de nuestro ensimismamiento el ruido del motor de algún coche en los alrededores.
Un paseo por sus calles, como os decimos, nos lleva inevitablemente a la Plaza Mayor, una plaza irregular rodeada de soportales con columnas. Es el centro social de la población, y donde se reúnen la mayoría de sus habitantes. Resulta muy agradable comprobar por las mañanas o a la caída de la tarde el distinto ajetreo que se vive en ella.
No hay pueblo atractivo en España que no tenga su iglesia parroquial. En La Alberca podemos visitar la Iglesia de la Asunción, construida en el siglo XVIII, pero con púlpito del XVI esculpido en granito. De su interior destacamos una espléndida cruz procesional de estilo gótico y una talla del Cristo del Sudor, que se atribuje a Juan de Juni.
Sin embargo, no sólo la arquitectura de La Alberca se ha detenido en el tiempo. Las fiestas de la población tienen sus orígenes tan remotos como oscuros. En agosto se celebra el Diagosto, el día 15, y la Tornafesta el día 16. Además, el pueblo se entrega a las festividades de la Virgen de la Asunción, donde las fiestas paganas se mezclan con las religiosas.
La Alberca, en la provincia de Salamanca, es un lugar que debéis visitar sin duda. Seguramente oiréis el canto del tiempo detenido en alguna esquina.
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