Cabo Udra, balcón a la ría de Pontevedra

Cabo Udra

La belleza de los paisajes gallegos aúna el intenso colorido que se desprende del abrazo entre el mar y la naturaleza. Entre ellos me encantan los miradores que se asoman al ímpetu del mar. Las vistas panorámica que ofrecen algunos acantilados son algo realmente incomparable y mágico.

El Cabo Udra es uno de los miradores que se asoma a la ría de Pontevedra. Desde sus 91 metros de altura se divisa la hermosa silueta de la ría y las islas de Tambo, Cíes, Ons y Onza. Si tenéis suerte de encontraros con un día claro se distinguirán en el horizonte la isla de Sálvora y los contornos de las rías de Arousa, Muros, Noia e incluso Finisterre, el fin de las tierras que vaticinaban en tiempos antiguos.

Este Cabo de Udra se sitúa en la frontera de las rías Aldán y Pontevedra. Las curiosas formaciones rocosas se confunden con pequeñas calas y playas, como la de Lagos, Mourisca y Beluso, un pequeño pueblo marítimo que pertenece al concello de Bueu, a solo cinco kilómetros del cabo, además de los chozos, las curiosas construcciones de los pastores que, precisamente, se sitúan al abrigo de muchas rocas.

A la belleza exterior hay que añadirle la riqueza submarina que anida en estos contornos, así como la flora y fauna, destacando las aves marinas, especialmente cormoranes, y en el mar los delfines comunes. Cabo Udra es un importante sistema ecológico, y está considerado como Lugar de Importancia Comunitaria, Zona de Especial Protección de los Valores Naturales y está incluido dentro de la Red Natura 2000

Fijaros desde la cima del cabo en la gama de colores que se puede apreciar. Cualquier época del año es buena para llegar hasta aquí, ya que en invierno las olas chocan con fuerza contra las olas y en verano posiblemente las vistas sean mucho mejores, además de poder disfrutar de las pequeñas playas y calas de los alrededores.

Si estáis de turismo por la provincia de Pontevedra os sugiero acercaros a este hermoso mirador hacia la ría. Un balcón desde el que saborear la belleza del mar, enfracados en el óleo de la naturaleza.

Foto Vía Anthercas

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