Cada año que pasa me gusta más Ibiza en invierno. Parece imposible que meses atrás esto fuera un hervidero de gente. Turistas de todos los rincones del mundo llenando sus playas, bares, restaurantes y discotecas. Ahora la isla se convierte en uno de los secretos mejor guardados del Mediterráneo.
No hace tanta calor como en verano, pero el sol sigue despuntando a veces sobre el corazón histórico de la ciudad. Los hoteles en Ibiza no están tan saturados de gente, y apetece alquilar un coche y planificar una ruta por las carreteras de la costa. Playas hoy desiertas, sin sombrillas ni hamacas. No todas las terrazas están abiertas, pero sí que habrá algún café para disfrutar de la tranquilidad de un maravilloso atardecer.
De paseo por la orilla del mar, fijaros que el agua, a excepción de los meses de diciembre y enero, no está muy fría que digamos. Hay algunos que incluso se aventuran a darse un chapuzón. Es la tranquilidad de sentirnos en un lugar paradisíaco. Arriba y abajo de la Playa d’en Bossa es un paseo ideal, además de la línea costera del norte de la isla.