Las ruinas del viejo pueblo de Belchite

Dicen que la batalla que se produjo en Belchite durante la Guerra Civil es una de las más sanguinarias y terribles que se recuerdan. Visitándolo no nos cabe la menor duda. Tanto es así que Franco quiso recompensar a los suyos tras la victoria. Tanta fue la resistencia, tanta la batalla…

La verdad que la inmensa mayoría que se acerca hoy en día a Belchite, situado a unos 55 kilómetros al sur de Zaragoza, lo hacen atraídos por la historia de aquella trágica batalla. Queda una Belchite en la que parece que acaban de caer las bombas. Calles y casas devencijadas, por las que seguramente cada noche recorren historias de fantasmas y leyendas.

Si tenéis la suerte de llegar a Zaragoza en vuestros vuelos, Belchite es una excursión curiosa y fascinante a la vez. Impresiona pasear por esas callejuelas y contemplar los edificios y los impactos de las balas en sus muros. Un testimonio vivo que permanece inalterado, junto al nuevo Belchite que hubo de construirse a su lado tras la contienda civil.

Del viejo Belchite queda la Iglesia de San Martín de Tours, con su campanario y sus muros desgajado por los obuses. Junto a esta iglesia se puede ver el Convento de San Rafael, apenas su fachada y las columnas interiores, en las que se aprecia el mordisco continuado de la metralla.

Un poco más adelante veréis la Cruz de los Caídos, enfilada en la calle Mayor, como testigo presente de las viejas ruinas de aquel Belchite de la guerra, maldita guerra que se llevó por delante tal vez uno de los mejores ejemplos mudéjares de todo Aragón. Hoy queda el aspecto fantasmal de iglesias, la Torre del Reloj, casas, calles…

Al enfilar el camino que, apenas 500 metros más allá, nos lleva al nuevo pueblo de Belchite, es imposible no mirar hacia atrás, como si pensaras que en algún momento cualquiera de aquellas ruinas pudiera levantar su voz, en un grito desgarrado.

No en vano en el nuevo Belchite pocos son los que miran atrás. Quien más, quien menos, dejó en aquellas ruinas algunos de sus antepasados. Eran las calles que vieron nacer a sus abuelos, las casas en las que vivieron. Cuando cae la noche, aquellas ruinas parecen convertirse en algo distinto…

Foto Vía Mario Calvo

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