Ciudad Rodrigo, excursión desde Salamanca

 

Cuando poco a poco va apuntando en el calendario la primavera, me gusta darme alguna escapada por tierras castellanas. Sentir aún el frío, a pesar del sol que suele picar en lo alto, atisbar las cumbres nevadas y los pueblos pintorescos que salpican la extensa llanura. Una ruta maravillosa buscando el tiempo detenido en alguna parte.

La última de estas escapadas la hice a Ciudad Rodrigo, un interesante rincón de la provincia de Salamanca, y que alberga un conjunto histórico y monumental de gran valor. Ciudad Rodrigo es de esas ciudades en las que gusta pasear, sentir, disfrutar. Vieja y amurallada, ir callejeando por ella es ir relatándonos buena parte de su historia.

Reservé mis hoteles en Salamanca, y me fui directo a Ciudad Rodrigo, apenas a 85 kilómetros al suroeste. Lo primero que vislumbras son sus murallas, de dos kilómetros de perímetro. Fueron construidas en su mayoría en el siglo XII, y aparecen tan bien conservadas que se puede pasear por ellas, sirviéndonos de magnífico mirador.

Al atravesar sus murallas se abre a nuestros pies un pequeño universo de calles empedradas, algunas de ellas demasiado oscuras incluso al mediodía. Calles sinuosas a las que se llega a través de las seis puertas de sus murallas, la de la Colada, la del Sol, que nos lleva a la Plaza Mayor, la de Santiago, la del Conde, la de Amayuelas y la de Santa Cruz.

Y de sus calles empedradas han ido creciendo viejos edificios, portales, escudos nobiliarios, iglesias, torres, cúpulas… Incluso palacios, como el de los Castro, o el de los Águila, y hasta una hermosa catedral, de la que me sorprendió su coro, del siglo XV, y sobre todo el claustro, de los siglos XIV al XVI. La paz que se respira en él invita a todo menos a pensar en el mundo.

Este entramado pasional de calles me llevó a la Plaza Mayor, con su Ayuntamiento del siglo XVI y su galería de arcos con columnas. Buen lugar este, aunque demasiado turístico, para sentarse a descansar y tomar una buena copa de vino y, porqué no, unas tapas de embutido, o unas patatas meneás.

No se cansa uno de pasear por el centro histórico de Ciudad Rodrigo, no se cansa uno de seguir el reguero de historia que es su muralla de dos kilómetros. Dicen que hay lugares en donde el tiempo se detiene. No diría yo lo mismo de Ciudad Rodrigo porque, tal vez, aquí el tiempo jamás se haya presentado nunca.

Foto Vía Jorge Tutor

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