La última vez que estuvimos en Andorra le preguntamos al recepcionista de nuestro hotel por algún pueblo pintoresco que pudiéramos visitar en los alrededores. Era primavera, y las carreteras en esta ocasión nos permitían el poder salir en coche y disfrutar de la naturaleza y la enorme tranquilidad que se respira por esta zona.
Nos dijo que como pueblos pintorescos había muchos, pero que en esta ocasión se iba a permitir el lujo de recomendarnos su rincón natal, Lladorre. Se encuentra a unos cien kilómetros al oeste de Andorra, en la provincia de Lérida, más concretamente en la comarca del Pallars Sobirá. Haciéndole caso, nos dispusimos a dejar nuestro hotel + forfait durante este día y poner rumbo a Lladorre.
Realmente nuestro amigo no nos quiso dar muchas pistas sobre su pueblo. Mejor así, ya que, a medida que íbamos llegando fuimos descubriendo un paisaje fascinante. La naturaleza emergía con verdadero esplendor, y el sabor del frío aún merodeaba los contornos. Pequeñas poblaciones, casas de piedra de la que aún escapaba el humo de las chimeneas, y un colorido que parecía dar manotazos de entre la niebla.